Universidad Nacional de Asunción

De la FP-UNA al Kyutech: Edgar Ramírez nos cuenta su experiencia espacial con la AEP en Japón

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Con apenas unos años de carrera, Édgar Ramírez, estudiante de Ingeniería Electrónica de la Facultad Politécnica de la UNA (FP-UNA), ya tiene su nombre vinculado a un satélite. Como pasante técnico de la Agencia Espacial del Paraguay (AEP), formó parte del equipo que viajó hasta el Instituto de Tecnología de Kyushu (Kyutech), en Japón, para realizar las pruebas estructurales, electromagnéticas y funcionales del modelo de ingeniería del GuaraniSat-2, el segundo satélite paraguayo en desarrollo.

En esta entrevista exclusiva, Édgar comparte con nosotros cómo fue representar a la FP-UNA en un desafío tecnológico de nivel internacional, aportando desde su formación técnica en un entorno donde se respira ciencia aplicada a lo espacial.



1. De la FP-UNA a Japón: un paso paraguayo hacia el espacio

Edgar, como estudiante de la Facultad Politécnica de la UNA y pasante de la Agencia Espacial del Paraguay, formaste parte de un proyecto nacional con alcance internacional. ¿Qué significó para vos viajar hasta el Instituto de Tecnología de Kyushu, en Japón, para participar en las pruebas del GuaraniSat-2? ¿Es la primera vez que viajás tan lejos? ¿Cómo viviste esa experiencia personal y profesional, representando a la FP-UNA en un desafío de nivel espacial?

Viajar hasta Kyutech fue un antes y un después. Era la primera vez que salía tan lejos de casa por mi cuenta y, encima, para ponerle las manos encima a un satélite que nació en Paraguay. Al entrar a las instalaciones de Kyutech, y ver nuestro satélite GuaraniSat-2 con las cargas útiles de la JPL-NASA, de la empresa italiana Astradyne, de la Facultad de Ingeniería de la UNA, de la Universidad Nacional Autónoma de México y la misma FPUNA sentí un orgullo inmenso, me hizo pensar en que lo que aprendemos en la Poli está a la altura de los mejores del mundo. En lo personal fue un choque de orgullo y responsabilidad: yo no era “Edgar el estudiante”, era la cara de la FP-UNA y de la AEP frente a ingenieros que llevan décadas lanzando satélites.

 

2. Durante las pruebas en cámara anecoica, trabajaste directamente con las antenas del GuaraniSat-2. ¿Qué descubriste sobre el comportamiento real de las señales en condiciones libres de interferencia y qué tan cerca estuvo de lo que aprendiste en simulaciones?

En la cámara anecoica quedó clarísimo que el “mundo ideal” de la simulación y el “mundo real” del satélite integrado no son gemelos, pero sí primos muy cercanos. En los cálculos la antena debía resonar justo en el centro de la banda UHF, pero al medirla, el mínimo de ROE se corrió apenas unos MHz hacia abajo, lo normal que cuando fijas las antenas a la estructura del satélite, le ponés paneles solares y cableado, esto afecte los valores teóricos calculados. Lo bueno es que, aun con ese corrimiento, en nuestras frecuencias de transmisión y recepción la adaptación seguía por debajo de –10 dB, así que no hay energía significativa rebotando de vuelta al transmisor.

En cuanto a ganancia, la simulación prometía un par de dB ideales, la medición real perdió un poquito, alrededor de un decibel, pero se mantuvo suficiente para el enlace. El patrón de radiación salió prácticamente omnidireccional, con una pequeña “sombra” en un lateral causada por las propias placas, algo que ya veíamos insinuado en el modelo.

La lección fue clara: la teoría te deja a un paso de la meta y la anecoica te ayuda a afinar esos últimos detalles mecánicos y de matching. Ver cómo cada parte del satélite puede mover la curva en el VNA fue, literalmente, la mejor clase práctica de RF que pude tener.

Mostrar la aplicación directa de los conocimientos adquiridos en un entorno profesional. Poner en evidencia las diferencias entre teoría y práctica, y cómo la formación académica se fortalece al enfrentarse con condiciones reales de prueba. También busca acercar la experiencia a estudiantes que cursan materias relacionadas a RF (radiofrecuencia).

3. Participaste en pruebas de choque y vibración, etapas críticas en la validación de las misiones y partes del satélite. Desde tu rol técnico, ¿cuáles fueron los principales indicadores que monitorearon y cómo evaluaron la respuesta estructural del satélite?

Para asegurarnos de que el GuaraniSat-2 no se desarme camino al espacio, en Kyutech lo sometimos a cuatro “sacudidas” distintas que imitan el viaje del satélite al espacio dentro de un cohete:

  1. Vibración suave para encontrar sus propias “notas”Le dimos una vibración muy leve y medimos qué frecuencias naturales tiene la estructura. Si después de las pruebas esas frecuencias cambian mucho, algo se afloja. Como no observamos cambios, proseguimos adelante.
  2. Sacudida lenta pero fuerte (quasi-static)Lo empujamos a 10 g en los tres ejes para ver si se deformaba o se soltaba algún tornillo. Como ningún sensor del acelerómetro superó el límite y no se observaron fisuras.
  3. Barrido de frecuenciasPasamos de 5 Hz a 100 Hz y vuelta, como si regulamos el volumen de un parlante. Buscamos picos peligrosos donde el satélite “amplifica” la vibración. Se mantuvo dentro de lo aceptable.
  4. Vibración aleatoria estilo coheteUna sacudida de 20 Hz a 2 kHz con energía repartida al azar, igual que durante el lanzamiento. Comparamos los resultados medidos por los 16 acelerómetros en contraste con los parámetros requeridos al shaker. Como la diferencia fue mínima, consideramos exitosa la prueba.

Después desarmamos todo el Guaranisat-2, revisamos cada tornillo, cada soldadura y las placas electrónicas de los subsistemas y cargas útiles: buscamos que nada se halla suelto ni rajado. En resumen, que el satélite haya aguantado todas las sacudidas sin que aparecieran nuevas resonancias ni daños, así que nos quedamos tranquilos de que el satélite esté listo para el viaje al espacio.

Exponer el nivel técnico del trabajo realizado por Édgar, destacando el análisis de datos reales (como los provenientes de sensores acelerométricos) y su interpretación en contextos de validación estructural. Esta pregunta permite demostrar que los estudiantes de la FP-UNA son capaces de participar en tareas complejas con estándares internacionales.

4. ¿Cuál es la función del Backplane dentro del GuaraniSat-2 y por qué es importante su correcto funcionamiento? ¿Cómo fue para vos participar en la validación de un componente desarrollado en Paraguay en un entorno internacional como Kyutech?

El backplane es, en esencia, la columna vertebral del GuaraniSat-2: reparte potencia, datos y líneas de control a todos los subsistemas y cargas útiles. Si falla, el satélite queda ciego o sin energía. Validarlo en Kyutech significó demostrar que un diseño hecho íntegramente en Paraguay cumple los estándares de control de impedancias, capacidad de corriente y compatibilidad electromagnética que impone el entorno espacial. Revisamos desde el grosor de cada pista para soportar picos de consumo, hasta la elección de conectores con flight heritage. El día que lo encendimos y la telemetría empezó a fluir limpia, fue puro orgullo para la FP-UNA, la AEP y todo el equipo.

5. En la validación funcional en sala limpia, los equipos deben operar en condiciones controladas y sin margen de error. ¿Qué aprendiste sobre el trabajo interdisciplinario y la integración de subsistemas durante esa etapa?

En la sala limpia cada subsistema OBC, EPS, ADCS, COMM, Backplane y cargas útiles tienen que ser integrados correctamente para formar al satélite, cada uno seguido de la mano de su ingeniero responsable, mi trabajo en particular era el de asegurar que el backplane hablara bien con todos. En este proceso aprendí dos cosas clave:

  1. Comunicación interdisciplinaria: Es muy importante estar en constante coordinación con todos los ingenieros responsables de cada subsistema durante las etapas de integración y pruebas funcionales del satélite para poder determinar rápidamente cualquier posible problema que pudiera surgir.
  2. Gestión de errores en tiempo real: no hay “después ajustamos”; si algo falla, generamos los reportes correspondientes y lo intentas arreglar cuanto antes. Esa dinámica te hace crecer como ingeniero, no solo como especialista.

 

6. Más allá del laboratorio, ¿cómo fue convivir con colegas internacionales y adaptarte a la cultura japonesa? ¿Hay alguna costumbre, detalle o anécdota que te haya marcado?

Adaptarme fue más fácil de lo que imaginaba. El inglés era la lengua franca en Kyutech y, al estar rodeado de colegas de toda Latinoamérica, siempre había alguien que entendía el español. Eso hizo que la convivencia tuviera un aire de familia grande.

Una anécdota que resume lo divertido y desafiante del intercambio ocurrió en plena charla con colegas de Honduras, Costa Rica. Y quise referirme a la  “frutilla” y nadie entendía de qué hablaba; tras varios gestos y risas descubrimos que todos la conocían como “fresa”. Ese mini-choque lingüístico terminó en carcajadas y nos recordó que, aunque compartimos el español, cada país le pone su propio sabor a las palabras.

Japón, en contraste, me sorprendió con su puntualidad quirúrgica: trenes que llegan al minuto y buses que parten en punto. Esa misma disciplina se reflejaba en el laboratorio; cada técnico se concentraba en su tarea con una meticulosidad que roza la búsqueda de la perfección. Ver esa dedicación diaria me enseñó que la excelencia no es un logro aislado, sino un hábito constante.

También valoro muchísimo el tiempo compartido con el equipo paraguayo: Sol Chamorro, Aníbal Mendoza y Esteban Fretes. Después de cada turno de pruebas nos buscábamos para almorzar o cenar juntos, y esas mesas se volvieron nuestro “cuarto de guerra” y, al mismo tiempo, nuestro refugio. Entre algún plato de chicken nanban y otro de arroz hablábamos de todo: desde cómo ajustar alguna cosa del satélite en las siguientes pruebas hasta los planes para aplicar lo que aprendíamos en las instalaciones del Spacelab.

Esos encuentros creaban un ritual: primero repasamos los resultados del día, luego trazamos la estrategia para la prueba siguiente y, finalmente, nos reíamos de alguna cosa que acabamos de vivir. Esa mezcla de trabajo intenso y camaradería paraguaya fue clave; nos recordó que, aunque estábamos lejos de casa, teníamos un pedacito de Paraguay sentado a la mesa.


Desde la mirada de Édgar, cada jornada en la sala limpia fue una lección acelerada de ingeniería aplicada y trabajo en equipo. Integrar subsistemas complejos —desde la gestión de energía hasta las comunicaciones— en un entorno donde no hay margen para el error exige más que conocimientos técnicos: demanda coordinación precisa, escucha activa y capacidad para resolver problemas en tiempo real. Fue allí, entre cables, sensores y protocolos de validación, donde el estudiante de la FP-UNA entendió que la excelencia no se logra en soledad, sino en diálogo constante con otros saberes. Porque en el espacio —como en la vida— nada despega sin una red sólida de colaboración.

San Lorenzo, 9 de junio del 2025

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